Mamat Evendi se amarra un dispositivo primitivo de respiración: una manguera de jardín conectada a un compresor que descansa en su bote de pesca de madera. Luego de ajustarse las gafas de natación, se arroja al agua cristalina con las aletas por delante.
Minutos más tarde, bajo el agua, levanta el pulgar. Apunta primero a un ancla enorme, con coral incrustado, y luego hacia un cañón de bronce. Emergiendo de la arena, se asoma la cubierta de un barco europeo enterrado del siglo XVII. Muy cerca hay piezas de cerámica de color azul y blanco, un pequeño frasco de perfume, una empuñadura de espada y botellas rotas de vino, todavía selladas con tapones de madera.
Los restos del naufragio reposan a sólo seis metros (20 pies) bajo el agua, y corresponden a uno de cuatro barcos que emergieron hace poco más de un año después que un tsunami azotó las islas Mentawai de Indonesia. Son algunos de los posiblemente 10.000 navíos que reposan en el lecho de esta parte del océano, que desde hace más de un milenio ha sido un cruce de caminos del comercio mundial.
Para los historiadores, los restos son cápsulas del tiempo, una oportunidad de asomarse al pasado: ver cómo eran los hábitos de la tripulación, la fase temprana de llegada de una religión y los gustos de la época en la cerámica.
Sin embargo, Evendi y otros pescadores que participan en los nuevos descubrimientos no ven el pasado, sino el futuro: una oportunidad, tal vez, para hacerse ricos.
«Hay gente que me dice: ‘Sólo abrámoslos, saquemos las cosas'», dijo Hardimansya, un funcionario marítimo local que ha asumido por sí mismo la tarea de proteger los naufragios mientras el gobierno discute para definir la nueva política sobre patrimonio cultural subacuático.
«Para ser honesto, también estoy frustrado», dice, al hacer notar que los funcionarios militares y políticos que pasan por su oficina de vez en cuando para ver lo que ha encontrado ya se han llevado los mejores artefactos extraídos de entre el coral y la arena.
Vía: El nuevo Herald
Imagen: El portal